En medio de los eventos extra cotidianos que vivimos, para mi paz mental, trato de distanciarme de todo haciéndome preguntas que en la cotidianidad no nos hacemos y así parafraseando a Edgar Morin, tratar de construir un puesto de observación desde donde ver las cosas que ocurren en el campo de concentración en el que vivimos, porque cada realidad es un campo de concentración.
Por esto me hago una pregunta que me ha rondado desde hace tiempo y que junto a otras, no tan cotidianas, tal vez puedan ayudarnos a reflexionar y tomar consciencia para luego actuar en acuerdo a ella. Lo otro es seguir repitiendo el ensayo sobre la ceguera de José Saramago.
¿Qué está uniendo e imbricando la política y la religión?
La política es un concepto amplio y multidimensional que puede ser entendido desde diversas perspectivas. No voy a hacer un tratado, solamente una visión funcional a mi objetivo.
La política se refiere al conjunto de actividades, procesos y relaciones a través de los cuales se toman decisiones que afectan a un grupo, comunidad o sociedad. Implica la distribución y el ejercicio del poder, la formulación de normas y leyes, así como la gestión de recursos y conflictos.
La política está intrínsecamente relacionada con el poder, que puede ser ejercido de diversas formas (coerción, persuasión, legitimidad). La política trata del manejo del poder y de la autoridad como capacidad de influir en las decisiones y comportamientos de otros.
Por otra parte, la religión es un fenómeno también complejo que abarca creencias, prácticas, valores y experiencias que conectan a los individuos con lo sagrado.
La religión puede definirse como un sistema de creencias y prácticas que busca dar sentido a la existencia humana y a la relación del ser humano con lo sagrado.
Por supuesto que la religión es también un sistema de poder, en donde creencias, rituales, normas, valores y experiencias espirituales confluyen para sostenerla.
La religión no solo proporciona respuestas a preguntas existenciales, sino que también juega un papel crucial en la formación de comunidades y la regulación del comportamiento social.
Pero ahora veamos las semejanzas entre política y religión.
Las dos producen significado y propósito para las masas. Tanto la religión como la política ofrecen un sentido de significado y propósito a las vidas de las personas. Tanto la política como la religión ofrecen narrativas que explican la realidad, la naturaleza del ser humano y el sentido de la vida. Estas narrativas sirven como marco de referencia para orientar las acciones y las decisiones de los individuos y de las comunidades.
Generan una determinada organización social. Ambas complejidades instituyentes son fundamentales para la organización de la sociedad. La religión crea comunidades de creyentes y establece normas morales, mientras que la política establece leyes y estructuras que regulan la convivencia, por ejemplo.
Son agencias de legitimación del poder. Tanto la religión como la política legitiman el poder en cada momento histórico. En muchas culturas, los líderes políticos han utilizado la religión para justificar su autoridad, mientras que las instituciones religiosas a menudo dependen de la política para mantener su poder e influencia en la sociedad. Tanto la política como la religión presentan jerarquías de poder en las que algunas personas tienen más autoridad que otras. En otras palabras, se nutren de un mismo paradigma del manejo del poder, son caimanes del mismo pozo.
Las dos se valen de rituales y ceremonias para reforzar sus mensajes y cohesionar a sus seguidores.
Ambas esferas establecen códigos de conducta y normas morales que regulan las relaciones entre los individuos y la sociedad en general. Estos códigos pueden ser explícitos (como los mandamientos religiosos o las leyes civiles) o implícitos (como las costumbres y las tradiciones). En la religión, esto puede incluir rituales de adoración, mientras que en la política puede manifestarse en ceremonias cívicas y eventos electorales que a su vez se vuelven momentos de adoración.
Muchas veces comparten valores. La religión y la política a menudo comparten valores fundamentales que guían el comportamiento de las personas. Por ejemplo, conceptos como justicia, solidaridad y comunidad son comunes en muchas tradiciones religiosas y políticas.
Así mismo se generan conflictos y convergencias. La relación entre religión y política puede ser tanto conflictiva como colaborativa. En ocasiones, las creencias religiosas pueden entrar en conflicto con políticas estatales, mientras que, en otras las instituciones religiosas pueden apoyar o legitimar políticas públicas. Pero generalmente como ahora, existe una simbiosis auto recursiva que potencia las dos partes.
Así mismo, tanto la política como la religión son ámbitos en los que se producen conflictos por el poder y la influencia. Estos conflictos pueden manifestarse en forma de guerras, revoluciones o disputas ideológicas.
Ambas pueden jugar un papel crucial en la construcción de la identidad personal y colectiva. La religión ofrece una identidad basada en creencias compartidas, mientras que la política puede proporcionar una identidad nacional o cívica. Hoy a final de cuentas todo eso se mezcla en actitudes muchas veces primitivas y emocionales en donde cada tendencia o bando cree firmemente en sus narrativas moviéndose a través de emociones fuertes como la ira, el miedo, la venganza, el dolor, siempre ha sido así.
“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.” (Lord Acton)
“La religión es el opio del pueblo.” (Karl Marx)
Creo que una actitud esencialmente sana es la de distanciarnos de los escenarios y las emociones que nos anclan a respuestas estereotipadas, para establecer un puesto de observación donde poder razonar desde nuestra humanidad y no desde nuestra animalidad o irracionalidad, y esto implica tomar distancia tanto del poder como de la religión y buscar un centro en nosotros mismos, aún si no lo hemos hecho nunca.