El hombre de la máscara de hierro

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París, Reino de Francia, año de 1703. Un misterioso hombre era sepultado con el nombre de Marchioly en el cementerio de Saint Paul. El extraño había vivido recluido en varias prisiones, incluida la demolida Bastilla, con una máscara de hierro que cubría permanentemente su rostro hasta el día de su deceso.

Este personaje ha sido objeto de especulación y debate entre historiadores y literatos. Asimismo, el cine se ha encargado de difundir su historia, no menos apasionante que la pluma de sus publicistas.

Lo que se conoce de él, por los diarios de las prisiones donde estuvo, fue que resultó detenido cerca de Calais con el seudónimo de Eustache Dauger el 28 de julio de 1669, y confinado hasta morir 34 años después bajo la custodia del carcelero Saint-Mars.

Como al momento de ser inhumado tenía el nombre de Marchioly, algunos historiadores del siglo XIX pensaron en el diplomático italiano Ercole Mattioli como el verdadero hombre detrás de la máscara, pero Mattioli, secuestrado y encerrado por Luis XIV, nunca estuvo en la Bastilla y murió en 1694. Se habló del duque de Beaufort pero este murió en un asedio a Candía en junio de 1669.

Asimismo, se apuntó a que el prisionero era un hijo extramatrimonial de la reina Ana de Austria, madre de Luis XIV, y el duque de Buckingham y que habría tenido mucho parecido con el rey francés. Sin embargo, los historiadores, sin prescindir de los problemas nupciales de Luis XIII, dudan que ese adulterio se haya consumado.

El novelista Alejandro Dumas en la obra El hombre de la máscara de hierro expondría que era un hermano gemelo de Luis XIV, y para evitar problemas dinásticos, se optó por encerrar al más joven.

Se adiciona la de un hijo ilegítimo del cardenal Mazarino con la reina madre Ana de Austria o al verdadero padre de Luis XIV, pues al ser misógino Luis XIII (se cree homosexualidad), la reina engendraría al heredero con un tercero enviado por el cardenal Richelieu para evitar que el hermano de Luis XIII, Gastón de Orleans, ascendiera al trono. Todas hipótesis han contribuido con su fama y misterio.

Lo único certero de este intrigante recluso del siglo XVII francés era el peligro que parecía tener su rostro para la seguridad del Estado. El resto sigue en el mar de la elucubración.

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