Oncología integrativa va más allá de la curación

Oncología integrativa va más allá de la curación

La medicina oncológica moderna es una nueva filosofía que está redefiniendo el tratamiento del cáncer, poniendo el foco no solo en la enfermedad, sino en la persona que la padece.

Este enfoque integral, conocido como oncología integrativa, reconoce que combatir el cáncer exige atender al paciente en su totalidad. Para entender esta metodología, la oncóloga María Belén Fuentes define los pilares de este nuevo paradigma.

Explica que la oncología integrativa es una disciplina médica que fusiona los tratamientos convencionales (como la quimioterapia, radioterapia y cirugía) con terapias complementarias basadas en evidencia científica. El objetivo primordial es doble: tratar la patología y, crucialmente, mejorar la calidad de vida del paciente.

Sus fundamentos son claros, tienen la medicina convencional como base y la atención psicosocial porque es una propuesta personalizada para cada individuo.

Al diferenciarla del tratamiento tradicional, subraya que la oncología convencional se concentra en eliminar o reducir el cáncer con métodos probados. “La integrativa, sin embargo, no la sustituye, sino que la potencia. Su diferencia radica en el alcance; mientras que la medicina estándar busca prolongar la supervivencia, el enfoque integrativo, además, incorpora el bienestar físico, mental y espiritual del paciente”, dijo.

Esta fusión utiliza terapias como la acupuntura, la nutrición de precisión o la meditación para reducir los efectos adversos y fortalecer al individuo.

Efectos. Uno de los beneficios más tangibles de este enfoque es el manejo de los duros efectos secundarios de la quimioterapia o la radioterapia en 30%.

Este tipo de tratamiento ofrece soluciones efectivas para problemas comunes, como la fatiga. Se recomienda la práctica de yoga, tai chi o acupuntura, junto a una nutrición a medida.

Las náuseas y vómitos se pueden controlar con la acupuntura y las terapias mente-cuerpo (como la meditación), que han demostrado gran utilidad.

Para el dolor se recurre a terapias manuales o incluso a la hipnosis para mitigar su percepción.

Fuentes asegura que esto provee una caja de herramientas más amplia y personalizada para el bienestar general.

Referente al escepticismo sobre la evidencia, destacó que la oncología integrativa solo avala terapias con respaldo científico.

La evidencia más sólida se encuentra en áreas como el ejercicio, la meditación/mindfulness, el yoga, la nutrición personalizada y la acupuntura. “Es crucial entender la distinción: la oncología integrativa no es medicina alternativa. Es un complemento valioso que debe estar siempre guiado y supervisado por el equipo médico, promoviendo la seguridad del paciente”, dijo la especialista.

Barreras y futuro holístico. A pesar de sus beneficios, la implementación a gran escala enfrenta desafíos importantes; identifica la falta de conciencia y educación tanto en pacientes como en profesionales como una barrera clave.

Además, existe escepticismo médico cuando la evidencia no es abrumadora y una marcada desigualdad en el acceso, ya que muchas terapias complementarias son costosas y no están cubiertas por los seguros.

La respuesta de los pacientes que adoptan este modelo es muy positiva y favorable. Lo que más reportan es una poderosa sensación de empoderamiento y control sobre su proceso de salud.

Uno de los resultados más positivos de este modelo es la respuesta de los pacientes, que reportan una poderosa sensación de empoderamiento y control. Al participar activamente en decisiones sobre su nutrición, ejercicio y manejo del estrés, el paciente pasa de ser un receptor pasivo a un participante activo en su proceso de salud.

El impacto del ejercicio

El ejercicio físico ha pasado de ser una recomendación general a ser reconocido como un pilar central y una intervención médica no farmacológica dentro de la oncología integrativa, respaldado por un alto nivel de evidencia científica.

El consenso oncológico actual lo cataloga no solo como una herramienta para mejorar la calidad de vida, sino también como un potencial coadyuvante que optimiza la respuesta al tratamiento y la supervivencia a largo plazo.

Asimismo, la actividad física regular y adaptada actúa sobre múltiples sistemas del cuerpo, lo que genera beneficios que van más allá del simple bienestar físico. El cáncer y sus tratamientos a menudo provocan caquexia y pérdida de fuerza muscular. Los expertos afirman que el entrenamiento de fuerza es esencial para mantener la masa muscular y la función física, lo que es crucial para la independencia del paciente. La Sociedad Americana del Cáncer sobre Nutrición y Actividad Física para la Prevención del Cáncer recomienda a los pacientes realizar al menos 150 minutos de actividad de intensidad moderada o 75 minutos de actividad de intensidad vigorosa cada semana.

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