Los perros no hablan, pero Catatina casi lo hacía. Cata, como le decíamos con frecuencia en casa, era una perra mestiza que llegó a la casa y no teníamos intenciones de adoptar. Pero el amor siempre gana, con ella, siempre era así.
Catalina llegó a la cuadra un día, de la nada. Cuentan que una señora la llevó en un carro, la bajó y la amarró de un poste. Ese día llovía y una persona manda una foto por el grupo de la urbanización, de un perro amarrado, mojado al lado de un poste. No podía dormir, bajé y la metí en el estacionamiento.
Recuerdo que la desamarré asustada, podía morderme, podía electrocutarme, me dio temor, pero ella siempre ha sido muy inteligente. Esa noche, le dimos una sopa y restos de comida, además de mucha agua, le pusimos unas sábanas y ella estuvo muy tranquila esa noche, al amanecer, la sacamos, porque no queríamos esa responsabilidad.
Fue abrir la puerta del estacionamiento y ella se fue. Pero como dije antes, ella era muy inteligente y siempre volvía a la puerta de la casa, se acostaba en la entrada y yo le daba de comer y le ponía agua.
Así pasó el tiempo, un día volvieron las lluvias y con las lluvias, el refugio temporal de Catalina, que se quedó por los siguientes 9 años. Sí, Catalina no ladró, no rompió nada, se llevó bien con todos y lo que no pudo superar, fue alguien desconocido, que resultaron ser tres hombres, estaban dentro del patio a punto de entrar a la casa.
Recuerdo que aquella noche, Cata corría a mi ventana y ladraba, gruñía, como diciéndome que no quedaba mucho tiempo, desperté a toda la familia, encendí luces, pero ya Cata no ladraba…quise salir, pero el miedo me ganó.


Nunca me lo perdonaré. Ella me avisó que algo pasaba, desde el principio y cuando sus ladridos eran muy sofocantes, fue cuando entendía que había algo raro. Los ladrones le quitaron la vida y no entraron porque encendí las luces hicimos ruido, pero no salimos…
Cata siempre entraba a la casa, pero esa noche ella quiso quedarse afuera, no quiso entrar, es como si supiera lo que pasaría, mi Cata hermosa dio su vida por nosotros y no tuvo miedo de avisarnos. Siempre agradeceré a ella y siempre la recordaré, mi corazón aún está muy triste, pero me prometí adoptar a otro perrito que lo necesite, como ella lo necesitaba y nos encontró.
Catalina no sabía hablar, pero sabía comunicarse, siempre en mi corazón.