Cuando tu robot gane un premio Nobel | Tendencias | Proyecto

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Estamos en plena época Nobel y, una vez más, todos los premios han sido para seres humanos. Pero esto no tiene por qué ser así siempre. Al ritmo de desarrollo de la inteligencia artificial (IA), quizá no haya que esperar mucho para que un robot merezca el galardón más prestigioso de la ciencia. ¿Qué hará la Academia sueca entonces? ¿Dárselo? ¿Por qué no?

‌La idea, en realidad, tiene ya nueve años. El científico japonés Hiroaki Kitano, director del Instituto de Biología de Sistemas y jefe de Tecnología de Sony, planteó en 2016 a la comunidad científica el Desafío Nobel Turing, que consiste en desarrollar un sistema de IA capaz de hacer un descubrimiento que merezca el premio Nobel. Kitano está convencido de que uno de los mayores obstáculos para el progreso de la ciencia es la naturaleza limitada de la cognición humana. El concurso del milenio está en marcha.

Cuando ideó el desafío, Kitano estaba pensando en algo como 2050 para alcanzarlo. Pero eso fue hace nueve años, antes de que ChatGPT asombrara al mundo. Los modelos grandes de lenguaje (large language models, LLM) que subyacen a ese conversador digital y docenas de otros sistemas relacionados han sorprendido a sus propios creadores y han indicado que las habilidades cognitivas de las máquinas se están desarrollando más deprisa de lo previsto.

Uno de los organizadores del desafío, el ingeniero químico Ross King, de la Universidad de Cambridge, cree ahora posible que veamos a un robot ganar el premio Nobel antes de diez años. Quizá deberíamos ir pensando en cómo vestirlo para asistir a la ceremonia en Estocolmo. ¿Le quedará bien el chaqué o el vestido largo? ¿Quizá debería encargarle el traje a una IA diseñadora de moda? Todo son incógnitas.

Las máquinas contribuyen desde hace tiempo a aspectos de la actividad científica como el análisis de datos y el diseño de experimentos, pero nada de eso bastaría para ganar un Nobel, por supuesto. Un sector que suele considerarse más específicamente humano es la generación de hipótesis, y aquí la discusión se hace más interesante.

Un premio Nobel, por otro lado, tiende a concederse por descubrimientos útiles en algún sentido, que tengan ramificaciones en otras áreas del conocimiento y que resulten fructíferos, es decir, que abran a la ciencia caminos previamente inexplorados e incluso insospechados.

La IA ya está ayudando a tareas que consideramos específicas de la mente humana: formular hipótesis sobre el origen del universo, predecir fenómenos astronómicos, diseñar ordenadores cuánticos o descifrar el lenguaje de los animales. Una IA llamada Coscientist concibe sistemas complejos de reacciones químicas al menos tan bien como los mejores expertos humanos, y desde luego mucho más rápido.

‌Los premios Nobel de Física y Química del año pasado recayeron en los científicos que habían concebido las redes neuronales artificiales y los sistemas de IA que han revolucionado la deducción de las formas de las proteínas a partir de su mera secuencia. Por supuesto, la Academia sueca no premió a esas máquinas, sino a sus creadores, pero no hay ningún problema de principio para que las máquinas diseñen otras máquinas, los sistemas generen otros sistemas y así hasta que la contribución humana no sea más que un lejano recuerdo. ¿Merecerá entonces la máquina el premio Nobel? ¿Por qué no?

‌De hecho, La compañía Sakana AI está desarrollando sistemas para automatizar la investigación en sistemas capaces de aprender (machine-learning). Los modelos que resulten de ese proceso no serán propiamente creaciones de un científico humano. Los conversadores digitales (chatbots) del estilo de ChatGPT se están empezando a utilizar para simular las discusiones y seminarios en que los científicos discuten sus ideas. Los biólogos computacionales de la Universidad de Stanford, California, presentaron hace un año y medio su Virtual Lab con ese propósito, y el Laboratorio de Inteligencia Artificial de Shanghái ha hecho algo similar con su sistema VirSci.

La idea de que un robot merezca un premio Nobel en los próximos años no tiene nada de absurda. Otra cosa es que se lo den. Los humanos somos extraordinariamente escurridizos a la hora de reconocer algún mérito a las máquinas. El ajedrez nos parecía una proeza de la mente humana hasta el 11 de mayo de 1997, cuando Deep Blue ganó a Garry Kaspárov. Bah, dijimos entonces, le ha ganado por fuerza bruta, y después de todo ganar al ajedrez no implica ser inteligente, ¿no? Desde entonces no hemos parado de buscar excusas para preservar nuestro chauvinismo de especie. Recuérdalo cuando tu robot gane un premio Nobel.

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