Muere Ira de Fürstenberg, la princesa rebelde que hace siete décadas puso en el mapa a Marbella | Gente

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El Marbella Club cumple 70 años este 2024, pero la mujer que puso en el mapa al hotel más famoso de la Costa del Sol no podrá asistir a los fastos previstos para celebrar el aniversario. La princesa Virginia Carolina Theresa Pancrazia Galdina zu Fürstenberg, más conocida como Ira de Fürstenberg, falleció en la tarde del lunes 19 de febrero en su casa de Roma, la ciudad donde nació el 18 de abril de 1940. Tenía 83 años y, según explica su entorno a EL PAÍS, “tuvo buena salud hasta el final”. Hija de Tassilo de Fürstenberg, un príncipe alemán descendiente de Carlomagno, y de Clara Agnelli, heredera de la histórica marca italiana de automóviles Fiat, saltó a la fama tras su boda con el príncipe Alfonso de Hohenlohe, ahijado de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en 1955. Entonces ella solo tenía 15 años y él, 31. El enlace tuvo lugar en Venecia y fue una de las primeras grandes fiestas tras la II Guerra Mundial. Su padre le obsequió un diamante de las legendarias minas de Golconda que había pertenecido a Josefina Bonaparte, y su familia materna le regaló un Cinquecento rojo hecho a medida.

“Yo era apenas una niña sin personalidad ni independencia”, recordaría años después. “Me casé joven porque no quería estudiar”. El matrimonio formado por los príncipes de Hohenlohe se convirtió en una de las parejas de moda de la naciente jet set, término que inventó el cronista social Igor Cassini para referirse a una nueva clase adinerada que, tras la guerra, empezó a utilizar aviones para ir de fiesta en fiesta. “Yo prefiero recordarnos como los happy few. Éramos un grupo no demasiado amplio, donde todos nos conocíamos”, explicó Ira en una entrevista a Vanity Fair en 2020. La pareja tuvo dos hijos, Christoph, conocido como Kiko, que murió en extrañas circunstancias en una cárcel de Bangkok en 2006, y Hubertus, exesquiador olímpico, fotógrafo y figura habitual de la crónica social marbellí. La muerte de su hijo mayor tras ser acusado de haber manipulado su visado de permanencia en Tailandia fue un golpe duro para la socialité.

Ira de Fürstenberg fue testigo privilegiado del florecimiento de la ciudad de Marbella y del Marbella Club. En 1954, Alfonso de Hohenlohe había convertido la finca de su familia, llamada Santa Margarita, en el hotel más lujoso de la ciudad malagueña. Sus amigos ricos y famosos, como el millonario alemán Gunter Sachs y la actriz Brigitte Bardot, el conde Rudi y la princesa María Luisa de Prusia, Jaime de Mora y Aragón, los Von Bismarck o la duquesa de Alba, empezaron a recalar en la Costa del Sol atraídos por el príncipe y su atractiva esposa. “Marbella todavía era solo un pequeño motel, no me gustaba especialmente. Me gustaba su clima, eso sí, todavía hoy”, admitió la princesa hace unos años.

Ira de Fürstenberg en el hotel Royal Monceau de París, el 22 de septiembre de 1998.
Ira de Fürstenberg en el hotel Royal Monceau de París, el 22 de septiembre de 1998.Eric Robert (Sygma via Getty Images)

En 1960, solo cinco años después de su boda, abandonó a su marido para iniciar un romance con el empresario italo-brasileño Francisco Baby Pignatari, el playboy del momento. Unos meses después se casaron en Reno, Nevada (EE UU). “Si no hubiera aparecido, nunca habría tenido la fuerza suficiente para dejar a Alfonso y volver a empezar. Creo que Baby fue el hombre mi vida”, confesó a Vanity Fair. El divorcio de los príncipes de Hohenlohe fue un escándalo, pero ella, que se definía a sí misma como una mujer rebelde e independiente, nunca tuvo miedo al qué dirán.

Su matrimonio con Baby Pignatari tampoco duró mucho. En 1964, con 24 años, Ira de Fürstenberg volvió a la soltería. En un avión coincidió con el famoso productor de cine Dino De Laurentiis, quien la alentó a probar suerte como actriz. En 1966 debutó con la película policiaca Sin rival, cinta de Alberto Lattuada en la que compartió cartel con Patrick O’Neal. Poco después tuvo un papel en Sin rival (Matchless), éxito de taquilla que la elevó a sex symbol mundial. “Mi padre reaccionó muy mal: le molestaba que me desnudara en la pantalla. Tuve que explicarle que mi actuación no tenía el mismo poder que mi cuerpo para hacer que la gente acudiera al cine”, explicó recientemente al Financial Times.

Hizo una veintena de películas, incluida la comedia No desearás al vecino del quinto, junto a Alfredo Landa. El filme de Tito Fernández, obra cumbre del landismo, la convirtió en un personaje popular en la España de los años setenta, en vísperas de la Transición y el destape. También trabajó bajo las órdenes de grandes directores como Franco Zeffirelli y Franco Nero y con actores de la talla de Alberto Sordi, Donald Pleasence, Klaus Kinski y Anthony Quinn. Una de sus últimas películas fue Plus beau que moi, tu meurs: La esposa del senador, de 1982.

Ira de Fürstenberg y el diseñador Karl Lagerfeld, el 10 de mayo de 1995 en París (Francia).
Ira de Fürstenberg y el diseñador Karl Lagerfeld, el 10 de mayo de 1995 en París (Francia).Alain BENAINOUS (Gamma-Rapho via Getty Images)

En la década de 1980 volvió a reinventarse, dedicándose a la industria de la moda y el arte: fue presidenta del negocio de fragancias de Valentino, ayudó a Karl Lagerfeld a dar sus primeros pasos como diseñador y tuvo una tienda de antigüedades en Londres. En esa época inició una amistad con el príncipe Raniero de Mónaco, quien acababa de perder a su mujer, Grace Kelly, en un accidente de tráfico. La princesa Ira y el monarca monegasco, apodado entonces como “el gran viudo de Europa”, se convirtieron en una pareja omnipresente en las páginas del papel cuché, aunque nunca confirmaron su romance. “La gente pensaba que teníamos una relación, pero lo único que hubo fue una gran amistad. En lo que sí me ayudó Raniero fue en la difusión de los objetos artísticos que comencé a crear a finales de los noventa. Él me aconsejó y me dio la oportunidad de darlos a conocer”, admitió hace unos años, refiriéndose a su faceta como artista y creadora de pequeñas figuras y esculturas hechas con materiales preciosos como cristal de roca, malaquita, coral o jade.

Nunca dejó su vida de jet setter o trotamundos. Un día podía estar en la finca de los Fürstenberg en Strobl to Bad Ischl, en Austria, y al siguiente en el Cortijo de las Monjas de Ronda, propiedad de los Hohenlohe. Tenía casas en Londres y Roma, y en los últimos años, se había vuelto a enamorar de Madrid, ciudad donde su abuelo había sido embajador del emperador Francisco José. En 2018, compró el antiguo palacio madrileño del decorador Duarte Pinto Coelho, en pleno barrio de los Austrias, propiedad que transformó en su enésimo hogar. Siempre se definía a sí misma como una azafata. “Mi verdadero hogar son los aviones”, aseguraba. Era una superviviente de la jet set primigenia y reconocía ser la última de su especie: “Nací en un mundo que ya no pertenece a los aristócratas. Un mundo que ya no existe”.

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