Hace poco leí que el periodista Daniel Jones celebrará el próximo 31 de octubre sus 20 años como editor de la columna Modern Love (Amor moderno) en The New York Times.
Esta columna dedicada al amor se estrenó en medio de dos hechos que parecían signar el rumbo de la política: el delicado estado de salud del líder palestino Yasser Arafat y la contienda electoral entre George W. Bush y John Kerry.
Dicho de otra manera: no eran tiempos para el romance.
En cambio, Daniel si estaba enamorado. Tenía 41 años, se habia casado a los 29, es decir, lleva 12 años de feliz matrimonio, con dos hijos cursando la primaria.
Las noticias avanzaron y su vida también. El mundo despidió a Arafat; Bush fue reelecto a pesar de haber iniciado, un año antes, la guerra contra Irak; y Daniel se divorció.
Tras su separación, ocurrida hace tres años, él decidió hurgar en aquellas casi 200.000 historias de amor que ha leído, las cuales se han convirtido también en libros, podcast y series, para encontrar lecciones que lo ayudaran a reconstruirse:
“Publiqué cientos de textos sobre separaciones sin pensar que algún día podrían aplicarse a mí. Leí miles de ensayos sobre la muerte de un ser querido sin haberlo experimentado, hasta principios de este año, cuando murió mi padre. Millones de lectores han encontrado ayuda en estas historias. Ahora me están ayudando a mí”, dice.
Para replicar la ayuda, Daniel decidió publicar las siete mayores lecciones que ha obtenido:
El amor es una pelota de baloncesto: Muchos creemos que una relación debe ser un refugio contra los conflictos y no una fuente de ellos ¿no? Pero si le tememos en exceso al conflicto, corremos el riesgo de salir corriendo en cualquier instante.
Daniel lo aprendió de Thomas, el protagonista de una larga relación que culminó tres semanas antes de llegar al altar precisamente porque temían discutir. Tras la ruptura, él se abocó a su carrera como pediatra, donde descubrió “las complejidades y los rincones oscuros del amor”.
Al tiempo, conoció a quien hoy es su esposa, y concluyo lo siguiente: “Nuestro amor se desarrolló de una forma diferente. Menos como un jarrón de cristal, más como una pelota de baloncesto, nuestra relación está hecha para rebotar, para el juego bueno y a veces duro que genera la vida. Tenemos peleas, sí, claro que las tenemos, pero no amenazan nuestros cimientos, los profundizan”.
Curiosidad mata curriculum: Sentir curiosidad por la gente que conoces es mucho más sexy y bonito que hablar de tus propios logros o dicho en otras palabras: conocer a alguien no se trata de hablar sobre ti mismo, sin hacer tan siquiera una pregunta, sin interesarte en el otro, bajale a la autopromoción y busca. Aplica a las primeras citas y a la vida.
Vive el hoy: Daniel recuerda con frecuencia todos los cuentos que le leyó a su hijo cuando era pequeño. La verdad, extraña profundamente esos momentos. Pero su primogénito ya tiene 26 años. Eso lo hace recordar una anécdota de Chris Huntington, quien tenía una dinámica con su hijo: cada noche compartían cuál habia sido el peor y el mejor momento de su día. Una noche, sumergido en sus preocupaciones, Chris olvidó hacer el ejercicio, entonces corrió al cuarto de su pequeño: “Se nos olvidó: ¿Cuál ha sido tu mejor momento del día?”. “Este es mi mejor momento, papá”, le respondió. Ya sabes: vive el hoy.
Escribe bien, ama bien: “Las características de una mala escritura personal son: deshonestidad, mezquindad, desprecio, egoísmo, es decir, las mismas de alguien con quien no te gustaría tener una relación. Esto no significa que los buenos escritores tengan buenas relaciones ni que los malos escritores tengan malas relaciones. Significa que debes esforzarte por ser honesto, generoso, abierto, curioso, divertido y humilde tanto en la escritura como en el amor”, dice Daniel, y yo no tengo nada que agregar.
La empatía a veces ayuda: Daniel siempre recuerda la historia de Benjamin, un hombre a quien su esposa lo engañó con un tipo que también estaba casado y era padre de un pequeño encantador: “Pensar en el amante de mi exmujer como el padre de ese niño tierno fue de alguna manera muy útil para mí. Había sostenido en brazos a ese niño, había sentido el peso de su cuerpo, y con el tiempo aprendí que es difícil odiar a una persona cuando esa persona formó parte de traer algo bueno al mundo”.
La belleza de la impermanencia: Daniel aprendió de la vendedora de una floristería que las flores (el amor y también la vida) no son hermosas y fugaces, sino que son hermosas porque son fugaces, y eso significa que debemos apreciarlas en el momento, sabiendo que no pueden durar para siempre. Ella lo entendió después que su novio se suicidase.
No tiene que durar para ser bueno: Para Daniel, no hay ninguna regla que establezca que una relación deba durar un tiempo determinado para contar como un “éxito”, al igual que una que termina no necesariamente ha “fracasado”. Cada relación, corta o larga, puede ser buena, esencial, incluso transformadora, y tener un valor duradero. De hecho, él cree que algunas deberíamos agradecerlas con más frecuencia de lo que solemos hacerlo.
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Por: Jessica Dos Santos / Instagram: Jessidossantos13
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