Sí amigos, eso es lo que somos, el Homo quejumbrensis, una especie capaz de tirarse toda la vida quejándose de A, de B o de ni A ni B como si el mundo fuera un organismo vivo dedicado en exclusiva a perjudicarle en todos los ámbitos de su existencia, a frustrar sus intenciones y a destripar sus sueños. Entiendo que el pobre se queje de ser pobre —yo lo he hecho cada vez que me han cortado la luz—, pero que el rico se queje de ser rico, o de pertenecer a una familia rica, o de que las expectativas que sus padres depositaron en él eran tan altas que ha sufrido lo que no está en los escritos por no llegar a satisfacerlas, ese tipo de cosas, tú me entiendes, me provoca una reacción histriónica, más próxima a la carcajada que a la náusea, aunque con elementos de ambas.
El ‘Homo quejumbrensis’
