Durante semanas, la prensa de farándula no hace más que hablar de la separación de la cantante Jennifer López (JLo) y el actor Ben Affleck.
Los titulares, como siempre, apuntan contra ella: “los cuatro divorcios”, “el historial de parejas”, “el nuevo fracaso amoroso” o “¿qué fue de los sobrevivientes?” de JLo.
Obviamente, también destacan que ella, que tiene una fortuna de más de $400 millones, intentará “quitarle todo” a Ben.
En efecto, el primer matrimonio de Jennifer fue con el ahora productor cubano, Ojani Noa (por 11 meses, de febrero de 1997 a enero de 1998); el segundo con el bailarín y coreógrafo, Cris Judd (por dos años, del 2001 al 2003); el tercero con el cantante Marc Anthony (con quien duró 10 años, del 2004 al 2014, y tuvo dos hijos) y finalmente Ben.
Se escribe que todos sus ex, pero especialmente el primero, ha tenido que cargar con “la sombra” de haber estado vinculado a Jennifer López.Lo que nunca se menciona es que cuando se casaron él era camarero en el restaurante Lario’s Miami de Gloria Estefan, pero ella (27 años) ya era famosa y luego de separarse, él quiso publicar un libro sobre cómo había sido su relación con ella.
Además de chantajearla con un vídeo que grabaron en su luna de miel. ¡Vaya sombra!
Tras su última boda, también surgió un rumor nunca confirmado, pero insistentemente difundido por los medios: La despiadada de JLo habría hecho que Ben firmase su contrato prenupcial donde se establecía que tendrían relaciones cuatro veces por semana.
Un artículo tras otro parecía preguntarse entre líneas: ¿Cómo es posible semejantes pretensiones, tal exceso de lujuria y bajeza, de parte de una cincuentona?
Pero ninguno nunca ha prestado su pluma para hablar de las miles de mujeres que son traicionadas por esposos incapaces de soportar, por ejemplo, una simple cuarentena, es decir, 40 días tras dar a luz o, al menos, hasta la finalización de los loquios.
A JLo también la atacaron cuando se separó del ex jugador de fútbol americano Alex Rodríguez, con quien llegó a comprometerse en 2019, poco antes de que él le fuese infiel, pero nuevamente la señalada como “inestable” por los medios fue ella.
Tal parece que la sociedad aún no puede perdonarle a una mujer adulta que ande juntándose y separándose porque la joden o porque no es feliz.
En cambio, olvidan que Ben, en 2017, fue acusado por la actriz Hilarie Burton de haber “manoseado” sus pechos durante una transmisión en vivo de Total Request Live
Después, la artista Annamarie Tendler, alegó que Affleck la toqueteó en una fiesta de los Globos de Oro en 2014.
Luego, la escritora Jen Statsky afirmó que Affleck también se había sobrepasado con varias mujeres en la misma fiesta.
Ni hablar de todos los episodios de alcoholismo y maltrato durante su matrimonio con su exesposa y madre de sus hijos, Jennifer Garner, especialmente el “nannygate”, es decir, cuando Ben comenzó a salir con Christine Ouzounian, la niñera de sus hijos, días después de separarse de Garner.
Ben, que desde los 26 años toma antidepresivos, tiene una trágica historia familiar: su padre luchó durante años con el alcoholismo, igual que él y su hermano, Casey Affleck (también acusado de acoso).
Cuando Ben era niño, sufrió la relación tóxica de sus padres; la pérdida de su abuela, que se suicidó, al igual que su tío. Su tía también lidiaba con una adicción a la heroína y varios de sus abuelos lucharon contra el alcohol.
Esta columna no es una defensa ni un ataque a JLo o Ben, de quienes ni siquiera soy fan. Es simplemente un recordatorio de que hay patrones, sobre todo en materia amorosa, que debemos trabajar para no repetir.
La sociedad sería mejor si se enfocara en hacer eso en vez de criticar mujeres a diestra y siniestra. Nosotros seriamos mejores si dejáramos de creer en amores idealizados y trabajáramos por mejorar nuestras formas de amar.
Por: Jessica Dos Santos / Instagram: Jessidossantos13
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