Me encantan las teorías de la conspiración, son ficciones extravagantes con verosimilitud.
Desde hace meses cuando comenzaron las amenazas militares contra el pueblo de Venezuela por parte del imperio norteamericano, muchos de nosotros vivimos pegados de los youtubers analistas internacionales: los nerds de Descifrando la Guerra, bien informados y estudiosos. Los derechosos de Negocios TV, el Canal del Coronel, Tucker Carlson. Panas como El Jota y Ariel Umpiérrez. Para mí el insuperable, maravilloso, fidedigno, comprometido y apasionado: Miguel Ruiz Calvo, andaluz declarado patriota venezolano, muy bien informado, con intuición y mucho, pero mucho salero. A él le sigue Alán Barroso. Hay otros acartonados y sabihondos como Jefrry Sachs y el chamo de Neutrality Studies. Cada vez menos me gusta La Base América Latina.
Bueno ahí tienen una lista de los que yo creo que pueden o no servir para enterarse de la geopolítica y de la venezolana específicamente, no nombro ninguno de Venezuela tratando de evitar mayor subjetividad. Pero en todo esto lo realmente fascinante no es la verdad y ni siquiera la posibilidad de ella, lo importante son los relatos más o menos ficcionales. La reina española de las teorías conspirativas es Cristina Martín Jiménez y el supremo a nivel mundial es Javier Estulin.
En realidad es demasiado neurotizante escuchar y analizar a toda esa gente, de derecha o no, para sacar conclusiones acerca de agresión contra Venezuela por parte de Estados Unidos. Yo me la calo.
Pero, a veces, prefiero tomar atajos, (sacándole toda la inmundicia a la teoría conspirativa del cuerda floja de Estulin) pensar que los tiros van por donde él no termina de decir: “El verdadero trasfondo, según Estulin, es la lucha por el control de las rutas del narcotráfico, especialmente la vía que conecta a Colombia/Venezuela con Nueva York, facilitando el lavado de dinero en dólares americanos” Esto sí que parece una verdad como una catedral.
Al gobierno o quienes gobiernan Estados Unidos, no les importa ni moral, ni sanitariamente el comercio y consumo de drogas en su país. No le importa mentir descarada y extravagantemente contra el gobierno venezolano. Lo que le importa es tener rutas más expeditas y baratas para el tráfico de drogas que el gobierno bolivariano les ha dificultado terriblemente, impidiéndole seguir manteniendo dormido a su pueblo o de una vez matándolo. La libertad del narco Juan Orlando Hernández es el botón.