Figuras dementes: el salto más allá del abismo

Figuras dementes: el salto más allá del abismo

Cada salto es un desafío, una insurrección contra el orden impuesto por las casillas que conducen al manicomio. Con sus rebotes, Enrico destroza la rigidez de la lógica, convirtiendo sus movimientos en una metáfora del absurdo que palpita en el entramado de la historia. La precariedad de la vida y sus contingencias se despliegan en su rol de cartero, que lo transforma en un agitador; en el mensaje y mensajero que dinamita la rutina embrutecedora de un mundo que aliena, encasilla y despoja de identidad a quienes lo habitan.

Figuras, una de las más recientes obras de Edgar Borges, serpentea entre los meandros de una cotidianidad opresiva que aplasta cualquier intento de liberación. Enrico no transita caminos, no sigue senderos preestablecidos; él desafía la norma, la subvierte con la espontaneidad salvaje y lúdica de sus piruetas. Estas se convierten en la vía hacia la entraña del monstruo que, en el eco de su memoria, evoca el dolor larvado en el sinsentido de sus recuerdos.

Las figuras en las que salta no son solo trazos en el suelo, son aperturas hacia otra percepción de la locura, un prisma por medio del cual lo otro se hace visible. Su frenético desplazamiento a través del paisaje psicótico es más que la entrega de una carta; es la irrupción en un espacio fragmentado, donde los habitantes han sido despedazados por la violencia, por el grito que pulveriza la potencia vital y todo vestigio de redención.

Edgar Borges. Foto José Luis Roca.

En esta novela el autor aborda, y explora con brillantez, la enajenación que no se limita a los muros de un psiquiátrico, sino que permea hogares, calles, escuelas, todos los pliegues de la realidad. Las figuras trazadas en el suelo, en apariencia triviales, sugieren el confinamiento y la cosificación de un esquema que aprisiona al ser en sus propias coordenadas. En Figuras, el salto es instrumento de rebelión, escudo y furia en una danza interminable que embiste contra la estructura anquilosada de un reglamento apuntalado en la falsedad.

Esta novela es una búsqueda desesperada de sentido, una tentativa de hallarse a sí mismo, una fuga hacia la libertad mediante cabriolas que conduzcan a una salida. Aunque el cuerpo, ese insidioso custodio de la memoria, lo devuelve una y otra vez al cumplimiento de la norma. Enrico, prisionero del sistema, se aferra a la posibilidad de la ruptura, pero en el fondo intuye que lo absurdo, como afirmó Albert Camus, «termina, como todas las cosas, con la muerte» y, acaso, con la incorporación definitiva a lo que se intentaba cambiar.

Les Quintero

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