El Manchester City desembarcó con un cañón de siete bocas en Castellón de La PLana. El arma más poderosa del fútbol mundial puesta en funcionamiento por el entrenador más sagaz en su empleo, y un grupo de jugadores adiestrados desde hace años para meterse en la situación más estresante y estimulante al mismo tiempo. Se llama pasillo central y ningún equipo en Europa lo utiliza mejor en su ataque. La puesta en escena sembró el espanto en la hinchada local y un agobio extenuante en la defensa del Villarreal, muy bien preparada por Marcelino para frenar la embestida y, sin embargo, incapaz de superar el estupor para vencer la fuerza futbolística que se encontró, rematada por un brujo y un gigante. Bernardo Silva, jugador total, y Erling Haaland, probablemente el delantero centro que más ha perfeccionado el arte del desmarque en corto.

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Luiz Júnior, Alfonso Pedraza (Sergi Cardona, min. 45), Juan Foyth, Santiago Mouriño, Renato Veiga, Santi Comesaña (Ayoze Pérez, min. 71), Pape Gueye (Dani Parejo, min. 80), Tajon Buchanan (Alberto Moleiro, min. 65), Thomas Partey, Nicolas Pépé y Georges Mikautadze (Tani Oluwaseyi, min. 65)
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Gianluigi Donnarumma, Matheus Nunes, Rúben Dias, Josko Gvardiol, John Stones, Bernardo Silva, Nico González (Mateo Kovacic, min. 56), Rico Lewis (Tijjani Reijnders, min. 72), Jérémy Doku (Oscar Bobb, min. 71), Savinho (Omar Marmoush, min. 85) y Erling Haaland (Rayan Cherki, min. 85)
Goles
0-1 min. 16: Erling Braut Haaland. 0-2 min. 39: Bernardo Silva
Arbitro Serdar Gözübüyük
Tarjetas amarillas
Alfonso Pedraza (min. 10), Bernardo Silva (min. 21), Santiago Mouriño (min. 44), García (min. 52), Rúben Dias (min. 64), Pape Alassane Gueye (min. 74), Alberto Moleiro (min. 84)
“Volveremos a ser los que fuimos”, dijo Pep Guardiola, muy satisfecho tras ver a su equipo controlar el partido ante “un rival de primer nivel”. Pesa el recuerdo amargo de la depresión de la temporada pasada en un entrenador que nunca en su vida tuvo que trabajar tanto con unos futbolistas para sacarlos de la inercia negativa. Después de empatar en campo del Mónaco en Champions y en campo del Arsenal en Premier, el triunfo por 0-2 en Villarreal supuso un escalón de alivio y de confirmación. Al 70% de lo que fue, el City vuelve a intimidar con recursos insólitos.
A toda hora, en todas partes y siempre bien. Así jugó Bernardo Silva. En ausencia de Rodri, que sigue convaleciente, y de Foden, que fue al banquillo, Guardiola designó al portugués para que impregnara a todos sus compañeros del espíritu emprendedor e infatigable que requería la empresa. Para evitar las peligrosas transiciones del Villarreal a la contra, Guardiola descartó a Aké y afirmó su defensa con Dias en el medio, Gvardiol a la izquierda y Nunes a la derecha. Un dique solidificado por la presencia de Stones en el eje del equipo, equilibrando a la zaga, restándole responsabilidad al inestable Nico González, y articulando los ataques como punto de apoyo de las jugadas una vez que el Villarreal se replegaba hasta la trinchera de su área. Ahí Marcelino armó las dos barricadas de su 4-4-2, doblándolas como dos semicírculos hacia el medio del campo en un intento de frenar avances que siempre amenazaban por los carriles centrales con Haaland, Rico Lewis, Doku y el ubicuo Silva.
Dos minutos cronometraba el marcador y el City ya había fabricado dos oportunidades claras. Luiz le sacó un tiro a Doku y Haaland cabeceó fuera un pase de Silva. La ansiedad se disparó en la defensa amarilla, que pronto se convenció de que no había cómo frenar lo que se le venía. “Esas dos ocasiones nos hicieron dudar en exceso, empezamos a dudar de todo, nos sentimos vulnerables”, dijo Marcelino, después del partido. “Parecíamos un boxeador aturdido que esperaba el siguiente golpe, perdimos reactividad”.
Tan metidos estaban Foyth, Veiga y Pedraza dentro del área para seguir a sus marcas, que dejaron a Savinho solo en la banda para que midiera el pase a Lewis cuando se internaba por el carril del ocho. El inglés, que venía de combinar 15 pases con Stones en el plano derecho del ataque, recibió de Savinho, coló el centro, y Haaland, que había preparado el terreno con un movimiento hacia el segundo palo, tomó por sorpresa a Foyth mientras miraba la pelota.
El 0-1 fue el 15º gol de Haaland en lo que va de temporada en solo 11 partidos entre Premier y Champions. El arbusto que importó Guardiola de Dortmund crece en el jardín del City en forma de cedro de mil ramas. No es solo un oportunista de cuerpo imponente y rápido. Es un cerebro privilegiado que no deja de procesar soluciones instantáneas con maniobras que multiplican las posibilidades creativas de sus compañeros. Respaldado por Stones y Bernardo, en Villareal el City no tuvo necesidad de alcanzar el máximo de velocidad de circulación de balón para descubrir miserias en una defensa que normalmente es un bloque impermeable.
El Villarreal tuvo pocas oportunidades para desplegar su contra fulminante antes del descanso. En la más clara, Buchanan desbordó a Stones y habría dejado solo a Pépé en el segundo palo si Silva no lo hubiera impedido. El pequeño metrónomo hizo una carrera de 70 metros para frustrar el tiro de Pépé. Fue una hazaña que pasará desapercibida. No como el 0-2, que el propio Silva cabeceó en el punto de penalti tomando desprevenidos a los centrales y a Comesaña después de otra acción de Savinho y Lewis por el flanco derecho del ataque.
Solo la natural bajada de intensidad del City permitió al Villarreal amenazar a Donnarumma en la segunda mitad de un partido sacudido desde los cimientos. El palo de Oluwaseyi, y los disparos de Foyth, Pépé y Moleiro, fueron chsipazos de un motor que se apagaba. Las gradas de La Cerámica comenzaron a vaciarse mucho antes del pitido final de una tarde tan apacible en La Plana como tormentosa sobre el rectángulo de hierba verde.