Las gemelas de Babel – Últimas Noticias

¿Le creerán a Elon Musk?

En el principio todo era caos…y al final también. En 1939 se concibió el Plan Monumental para Caracas con la propuesta de una avenida colosal integrada por una suma de plazas que uniría los parques de El Calvario y Los Caobos. Estos espacios abiertos contarían con edificios de formas definidas. Para ello, se llamó al urbanista francés Maurice Rotival. Al poco tiempo, el concepto original es alterado por la reurbanización El Silencio de Carlos Raúl Villanueva.

Entre vaivenes políticos, se inicia a partir de 1946 una nueva etapa en la definición de la avenida Bolívar y se replantea el tema de la “vía triunfal”, en que impera la presencia del automóvil en detrimento del peatón, hecho que amargamente revelara Aquiles Nazoa. Es cuando retorna Rotival, topándose con el urbanismo de El Silencio que se contrapone a su propuesta inicial. Pero, Rotival hará cambios propios contrarios a lo que se está proyectando para la avenida.

Cipriano Domínguez es convocado para diseñar la que serán las primeras torres gemelas del mundo, una edificación multifuncional con dos centenas de comercios (al presente casi todos desocupados), acusadas con los colores del pabellón nacional y que solemnemente encabezan el axial de la Bolívar. Participan notorios artistas para embellecer sus pórticos y pasajes: Vallmitjana hará una obra con peces de bronce (desparecidos hace un tiempo); Guayasamín ejecutará su primer mural con su Homenaje al hombre americano y Rengifo recreará con mosaicos la cosmogonía tamanaca de Amalivaca. En la azotea que acopla las dos moles González Bogen estampará su Pavimento cromático, hoy desdibujado.

Llega la “rutilante” democracia en los sesenta y con ella el caos: el otrora Consejo Supremo Electoral invade la terraza aérea que une a las atalayas; erigen las “torres acostadas” de Camejo y Cruz Verde (desfiguradas por el esperpéntico Palacio de Justicia inconcluso); en la plaza Diego Ibarra (recién liberada) existió un enclave de ranchos que nombraron Saigón. Ahora, el complejo está colmado por varios ministerios y otros poderes públicos donde cada quien hace su parecer, y como en Babel, nadie se entiende.

Este conjunto urbano que merece ser declarado monumento nacional, precisa ser rescatado de la desidia y crear una autoridad única que lo gestione, revitalice y preserve.

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