Martin Scorsese, tan santo como pecador | Televisión

EL PAÍS

A finales de los setenta, Martin Scorsese compartía casa con el músico Robbie Robertson. Casa y drogas. Montañas de estupefacientes, confirma el componente de The Band. New York, New York había sido un fracaso, y el cineasta había perdido el rumbo vital. Hasta que su cuerpo dijo basta, y, por una hemorragia interna, acabó hospitalizado. “La mayor parte de mí quería morir. Porque en ese momento no podía hacer más mi trabajo. Me sentía incapaz de crear”, le confiesa el director a Rebecca Miller ante la cámara. Su amigo Robert De Niro se acercó a su cama, presionándole —ya llevaba un tiempo haciéndolo— para que aceptara un proyecto liderado por el actor, y al que el cineasta se resistía. Scorsese recuerda: “Me miró y me dijo: ‘¿Qué diablos quieres hacer? ¿Quieres morir así?”. No, y así arrancó Toro salvaje.

Esta es una de las anécdotas sobre la leyenda del cine que se descubren en Mr. Scorsese, una serie documental de cinco episodios dirigida por Rebecca Miller que se estrena este viernes en Apple TV, y que analiza de forma brillante la vida y la obra del director de Malas calles, Taxi Driver, Toro salvaje, Uno de los nuestros, Casino, Gangs of New York, El lobo de Wall Street y tantos y tantos filmes rotundos.

Miller, además de directora de largos de ficción, había dirigido otro documental sobre un mito, en este caso su padre, el dramaturgo Arthur Miller, en 2017, y llamó a Scorsese (a quien conoce bien por varias razones, entre ellas que el marido de Miller es Daniel Day-Lewis, que trabajó con el cineasta en La edad de la inocencia y Gangs of New York) a mitad del confinamiento para proponerle el proyecto. Así comenzó a grabarle a él y amigos y colaboradores de distintas épocas. Pero ante la cantidad de material, lo que iba a ser una película se convirtió, después de ocho meses de montaje, en una serie para Apple TV, la plataforma que financió el último filme de Scorsese, Los asesinos de la luna. Y aun así, ha contado Miller en la promoción, han tenido que eliminar facetas de la obra de Scorsese como su pasión por la producción y la restauración, o La invención de Hugo, la única película del cineasta que no se menciona en pantalla.

Martin Scorsese, Robert DeNiro

La vida de Marty Scorsese (Nueva York, 82 años) no se puede entender sin el cine. En realidad, su vida es el cine, el resto está supeditado a su pulsión. Su hija Domenica recuerda como el mejor momento con su padre sus días en el rodaje de La edad de la inocencia, donde ella actuó. Y subraya: “Mi padre es como un faro: cuando te ilumina con su haz de luz eres la elegida… Y después esa luz gira y te quedas abandonada”.

Martin Scorsese

Curiosamente, por muy poco su progenitor no es cineasta. Porque su arte se alimenta de una cólera y una determinación infinita. Al poco tiempo de nacer, sus padres dejaron las malas calles de Little Italy para habitar en una pequeña casita de Corona (Queens). “El paraíso”, apunta Marty. Tranquilidad, árboles, jardín. Una pelea paterna con el casero, con un hacha de por medio, devolvió a la familia a un piso a la calle Elizabeth, es decir, a la violencia, la delincuencia y el catolicismo. Y un asma recluyó al crío, que vio la vida durante tres años desde la ventana de un tercer piso, un punto de vista que explica sus habituales tomas de cámara en su cine. Además que desde allí, cuenta Nicholas Pileggi, guionista de Uno de los nuestros y Casino, se veía la dicotomía que ha cimentado su obra: “En el mundo de Marty la iglesia de San Patricio está enfrente del Club Social Ravenite, en el que se reunía la mafia y que se remonta a la época de la Prohibición. ¿Quieres hablar de la conexión entre esos dos mundos? Allí estaba ese niño observando todo lo que ocurría. ¿Cómo no te va a afectar eso?”. El mismo cineasta recuerda que fue al seminario (lo dejó porque le gustaban más las mujeres), y en una ocasión, charlando con Gore Vidal, le contó que en su barrio solo podías ser gánster o sacerdote, a lo que Vidal respondió: “¡Tú te convertiste en ambas cosas a la vez!”.

Martin Scorsese, Robert De Niro

Miller cuenta con acceso libre a material y a amigos. Por un lado, va a ser un documental fundamental en el estudio futuro de Scorsese, porque él mismo analiza y desmenuza sus películas tanto en la forma (dibuja cada plano antes de los rodajes) como en su realización (explica cómo trabaja en las improvisaciones y da buenos ejemplos) y en su temática (por qué hizo cada filme, que es lo que quería contar y en qué momento de su vida).

Además, la serie desentierra historias fascinantes. De Niro recuerda el primer que profesionalmente se cruzan y de repente se da cuenta de que ese tipo es Marty, al que conoció de adolescente gamberreando por Little Italy. O cuando Miller entrevista a Robert Uricola, vecino y amigo de la infancia, y este confiesa que Johnny Boy, el protagonista de Malas calles, se basa en el tío de Marty, Joe The Bug Scorsese, y en su propio hermano, Salvatore Uricola, más conocido como Sally Gaga. Miller suelta: “Lamento mucho que no hayamos podido conocer a tu hermano”. Robert le llama y al rato aparece Sally, rostro devastado, dientes refulgentes y camisa abierta hasta el ombligo, para contar algunos de sus delitos de la época, tan impredecible y peligroso como su alter ego en pantalla. En Scorsese, vida y obra es indivisible.

Martin Scorsese, Thelma Schoonmaker

A la directora, en cambio, se le escapa un tema. Scorsese habla de su infierno con las drogas, de cómo con la meditación ha logrado ser consciente de su ira, y a encararla y canalizarla. Isabella Rossellini, su tercera esposa, recuerda: “Yo diría que Marty es un santo / pecador”, santo porque pregunta (y se pregunta) constantemente sobre el bien y el mal, para luego actuar mal, a menudo, en la vida real. Y añade: “Podía demoler una habitación entera y luego no recordarlo. Al menos a mí nunca me pegó”.

Ese es el tema que Paul Schrader, otro grande, califica, hablando de Taxi Driver, y extrapolándolo a toda su carrera, un “problema de Madonna / puta”, una simplificación de sus personajes femeninos que nunca ha desaparecido por completo de la carrera de Scorsese. Miller prefiere hablar de las candidaturas al Oscar de sus actrices antes que indagar en esa dicotomía, un detalle menor en un retrato sobresaliente.

Muchas películas te dicen qué debes pensar. Marty no quiere hacer eso. Quiere que lo sientas”

Thelma Schoonmaker

Curioso, porque sí profundiza en su disonancia entre violencia y espiritualidad. Su montadora y compañera de viaje profesional Thelma Schoonmaker explica: “Muchas películas te dicen qué debes pensar. Marty no quiere hacer eso. Quiere que lo sientas”.

Martin Scorsese, Rebecca Miller

En cinco horas hay tiempo para hablar de los numerosos fracasos de Scorsese (más de los que la gente cree) y que él, riendo, subraya: “Muerto otra vez”; de cómo el éxito del cine evasivo de sus colegas Lucas y Spielberg reventaron su manera de trabajar a finales de setenta; de su relación con los Oscar y cómo nunca se ha sentido aceptado por Hollywood; de las veces que ha sido atacado y ha sufrido boicot por sus películas; de cómo ha llegado a defender con fiereza su criterio artístico ante productores o grandes estudios, incluso pistola en mano; de cómo Leonardo DiCaprio ha salvado su cine en el siglo XXI, o de cómo al final se ha autorretratado en todos sus protagonistas desvalidos (enorme su lección de encuadre con Travis Bickle en Taxi Driver para la consecución de ese sentimiento).

Sobre ese guion de Schrader, Scorsese dice que cuando lo leyó sintió “casi como si lo hubiera escrito yo mismo”. Miller pregunta: “¿Qué de ti, en ese momento, sientes que estaba más en Taxi Driver?”. Marty reflexiona y tras un silencio: “La ira, la soledad, la incapacidad para saber cómo conectar realmente con la gente”. El cine le salvó.

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