Perfil del universitario becado: casi dos tercios mujeres, muy jóvenes, resilientes y en una carrera poco difícil | Educación

EL PAÍS

Uno de cada cuatro universitarios recibe una beca en España y, sin embargo, su comportamiento durante la carrera casi no se conoce. Apenas hay literatura científica al respecto y el laboratorio de ideas EsadeEcPol-Center for Economic Policy se ha propuesto remediarlo con una serie que arranca con ¿Quiénes son los beneficiarios de las becas y como avanzan a lo largo del periplo universitario? El perfil es muy claro: radicalmente femenino, muy joven, muy resiliente, más estudioso que la media y se decanta mayoritariamente por carreras de ciencias sociales o humanidades, que cuentan con una unas tasas de aprobados muy altos, si se compara con los de ingenierías o ciencias.

Que las mujeres sean mayoría no es una sorpresa. Abandonan menos de forma temprana los estudios (10% ellas, frente al 15,8% ellos, en 2024), se gradúan más en Bachillerato y resisten en la carrera. Aunque las cifras son especialmente expresivas: solo el 37% de las becas van destinadas a hombres, cuando representan al 46,6% de los matriculados en la universidad. En ambos casos son “un grupo altamente seleccionado, que ha logrado superar múltiples barreras educativas”, subrayan los autores del trabajo, Lucía Cobreros (EsadePol) y José Montalbán Castilla (Universidad de Estocolmo).

España no es una excepción, todo lo contrario. En 2017, en todos los países de la OCDE, menos Alemania y Japón, había más mujeres entre 24 y 34 años con estudios superiores que hombres, según los datos de la organización.

Los becados tienen un perfil más resiliente. Abandonan el grado el 18%, frente al 26,6% de los no becados. Y dejan el sistema universitario el 10,4%, frente al 18,2% de los que no reciben ayuda. Si optan por irse, la mayoría lo hacen en primero, mientras que los más pudientes repiten.

Sorprende también su vía de ingreso en el grado: el 80,7% de los universitarios becados llega a través de la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), frente al 66,4% de quienes no tienen ayuda. ¿Por qué? Con las notas de corte por las nubes, muchos jóvenes optan por llegar a primero de carrera, tras cursar el Bachillerato, obteniendo un título de Formación Profesional Superior, que permite saltar a la universidad. Por ejemplo, a Medicina desde Anatomía Patológica o Análisis Clínico. Pero esa trayectoria supone estudiar otros dos años más, y las familias más humildes muchas veces no pueden alargar el tiempo que tardan sus hijos en incorporarse al mercado laboral.

Y otra traba para acceder a través de la FP Superior son las escasas plazas públicas, que fuerzan a muchos a decantarse por la privada. Pero de nuevo, los hogares sin recursos ni se lo plantean. El resto de la brecha en el acceso se explica porque un grupo llega desde otros grados universitarios (los becados tienden a no cambiarse), por las pruebas para mayores de 25 años.

Este acceso a la universidad desde la PAU explica en parte que su edad media sea cuatro años menor que la de los no becados. Además, forzados a ir aprobando para mantener la beca, terminan algo antes la carrera (4,3 años frente a 4,6). El 86% en el año correspondiente, frente al 62% de los no becados. Los autores insisten en que no solo tienen la presión de tener que rendir para mantener la beca, sino que hay una criba previa en etapas preuniversitarias. Venían elegidos del aula, mientras que muchas familias pudientes solo contemplan que su hijo estudie una carrera. Cueste lo que cueste. Las aspiraciones son distintas.

Como cabía esperar, los alumnos con menos renta familiar se han educado en entornos con menor nivel formativo (45,6% de los becados con un padre con estudios superiores, frente al 68% de los que no).

El origen familiar determina también la carrera elegida. Se decantan por carreras con menor dificultad, como queda constancia en el índice de aprobados y el tiempo medio empleado en terminar el grado. De forma que se matriculan un 15% más en las carreras de Ciencias Sociales y Jurídicas. “En cambio, su presencia es menor en áreas tradicionalmente asociadas a mayores retornos laborales, como ingenierías, Arquitectura o ciencias de la salud”, señala el estudio de Esade.

Cada curso con mejores notas

“Mientras que el 40% de los estudiantes sin beca se matricula en grados en el cuartil superior de dificultad [el 25% de los grados con mejor rendimiento académico], solo el 28% de los becarios accede a estos estudios”, prosigue el análisis. A menor complejidad, mayor posibilidad de aprobar y mantener la beca. Un estudiante que cumple los requisitos de beca ―menos de 38.831 euros para una familia de cuatro miembros para tener la matrícula gratis, y menos de 36.421 euros para la de residencia― necesita un 5 para lograrla en primero, pero luego para conservarla tiene que aprobar cada año el 90% de las asignaturas en una carrera de letras y el 60% en las de ciencias.

Tradicionalmente, los universitarios con menos recursos tienden a elegir las carreras con un acceso más rápido al mercado laboral y menos complejas. Antes del Plan Bolonia (2007) optaban por las diplomaturas de tres años para ser enfermera, maestro o perito, frente a las licenciaturas de cinco años. Y esta tendencia se ha mantenido en el tiempo. Enfermería se termina en cuatro años, mientras que Medicina supone seis años, más la preparación del MIR (un año).

A medida que se avanza en la carrera va a creciendo el porcentaje de alumnos con beca entre los que logran mejores notas, en especial los que tienen ayuda por su renta familiar. Hay lo que los autores llaman un “proceso de selección positivo”.

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