Nos diseñaron para digerir grasas y emociones porque estamos hechos de grasas y emociones. De ahí que seamos el único animal sobre la Tierra compuesto de adjetivos y músculos o de sustantivos y nervios, todo revuelto, indistinguible, como el batiburrillo de metales en una aleación. De ahí también que el hígado y la vesícula biliar, por añadir dos ejemplos, tengan algo de adverbio: no hay más que observar el color de sus jugos. En cuanto al corazón, dejaría de palpitar si nada más venir al mundo, y a la vez de amamantarnos, no nos dijeran que somos los más guapos y los más deseados. Los tenistas, al tiempo de golpear la pelota, exhalan un lamento oral, en ocasiones muy audible, segregado por el interior de los pulmones. Estas oralidades, tan afines a las del ejercicio amoroso, se desprenden del tejido respiratorio que las repone de inmediato, para que no falten, como las glándulas sublinguales renuevan la saliva o el lacrimal, las lágrimas.
Verbo pútrido, estancado
